El suave latir de un corazón

Después de (increíblemente) meses de haber abandonado este lugar, decidí regresar. A poner no se qué, pero algo saldrá, como siempre.

Hoy es uno de esos días en los que estás hasta el queque de trabajo, pero que no tienes ganas de hacer nada. Cuando tomas dos horas para leer ocho páginas y otras tantas para escribir una síntesis. Pero creo que venir aquí aún sirve de algo. Aunque ya no sea como antes.

Sip, la vida cambia. Mucho. Ha cambiado demasiado, aunque en la superficie todo parezca en calma, siempre hay una revolución interior. Hay que mantenerse ecuánimes.

La música fluctúa entre los comerciales de Radioactivo (esos que ya me sé de memoria), las canciones que te dan ganas de cortarte las venas, las que te recuerdan los mejores momentos de tu vida, de esos que no volverán... las que te dan ganas de borrar pero no tienes el coraje suficiente. Así también varían mis estados de ánimo.

Me hace feliz sentir que mis amigos están cerca. Que siempre hay gente con la que puedes contar sin importar el tiempo o la distancia. Con los que sales a comer chalupas a las 12 de la noche, hablas hasta altas horas de la madrugada por messenger/teléfono/skype y escuchan tus aflicciones y emociones sin juzgar. Vaya que esos son los que verdaderamente te hacen seguir adelante; obvio además de esos sueños que planeas hacer realidad, esa imagen que tienes de ti en 10 años y que quieres que se convierta en mucho más que una burbuja esponjosa sobre tu cabeza.

Que te quedarás conmigo una vida entera... mientes tan bien

Te quiero, siempre. Gracias por leer.